domingo, 18 de diciembre de 2016

Hasta el último hombre

No permitáis que la ambición se burle del esfuerzo útil de ellos,
de sus sencillas alegrías y oscuro destino;
ni que la grandeza escuche, con desdeñosa sonrisa,
los cortos y sencillos hechos de los pobres.
El alarde de la heráldica, la pompa del poder y todo el esplendor, toda la abundancia que da, espera igual que lo hace la hora inevitable.
Los senderos de gloria no conducen sino a la tumba”, Thomas Gray (1716-1771)

Hasta el último hombre
Esta es una historia basada en hechos reales. Años 40. El joven Desmond Doss, con una infancia violenta a causa del alcoholismo de su padre, veterano de la Gran Guerra, sueña con ser médico. Cuando estalla la II Guerra Mundial, pese a sus fuertes convicciones religiosas, su sentido del deber le empuja a alistarse en el ejército. Participó, sin tocar un arma, en la Batalla de Okinawa y se convirtió en el primer objetor de conciencia estadounidense en recibir (por salvar vidas no por quitarlas) la Medalla de Honor del Congreso.

Aunque preferiría que no fuera así, la guerra continúa siendo una fuente inagotable de inspiración cinematográfica. El género bélico no solo goza de buena salud, sino que cuenta con un público fiel e incondicional, masculino en su mayoría (la guerra es cosa de hombres), a quien no parece afectar demasiado frases como la de Herodoto que uno de los soldados pronuncia en la película: “En la paz, los hijos entierran a los padres; la guerra altera el orden de la naturaleza y hace que los padres entierren a sus hijos”.

¿Por qué fui a verla? Aparte de por el reconocimiento, casi unánime, de la critica a la labor de Mel Gibson, creí que al tratarse de la biografía de un objetor de conciencia sería una película antibelicista. Pero aviso, no lo es, no lo es en absoluto.

El gusto del actor australiano por la lucha, la crueldad y la sangre, rayano en lo gore, no es ninguna novedad. Gibson se ha encargado muy mucho de dejarlo patente en algunas de las películas que ha dirigido, como Braveheart, Apocalypto y, sobre todo, La Pasión de Cristo que por sus cruentas escenas levantó numerosas protestas y fue calificada por la comunidad judía de antisemita.

Así, a la primera parte, algo bucólica y naif, en la que Doss conoce a la enfermera que se convertirá en su esposa (deliciosa Teresa Palmer) , le sigue otra caracterizada por la brutalidad a la que, una vez enrolado, es sometido para que renuncie a sus valores individuales y asuma los del grupo. A continuación viene la parte más intensa y salvaje de Hasta el último hombre, la batalla, en la que Gibson, en aras de un mayor realismo, no escatima en mostrarnos disparos, explosiones, bayonetazos, arterias seccionadas que escupen sangre, cabezas reventadas, miembros arrancados de cuajo y hombres aterrorizados que gritan mientras intentan sujetarse las tripas que se les desparraman por el suelo. ¡Y logra ese realismo, vaya si lo logra!

Efectos especiales aparte, el mérito de esta película no se debe únicamente a la magnifica interpretación de Andrew Garfield, sino también al nutrido grupo de secundarios de lujo que lo acompañan (Hugo Weaving como el padre alcohólico del sargento Doss, Vince Vaughn, recuperado para la causa desde su inolvidable interpretación del mafioso Frank Semyon de True Detective II, como el sargento Howell o Luke Bracey en la piel del soldado Smitty Ryker) y dejan huella en la retina y corazón del espectador.

¿Quieren saber si me gustó? A ver, entiendo que es una buena película de guerra. Un auténtico delirio visual de violencia y muerte que tiene como trasfondo la lucha por defender aquello en lo que crees.

Pero, como antibelicista convencida, la única película de guerra que pienso recomendarles, ahora que Kirk Douglas acaba de cumplir 100 años, es Paths of Glory (Senderos de Gloria) de Stanley Kubrick: “No hay nada como fusilar unos pocos para levantar la moral de la tropa”.

Decidan ustedes.

Esta crítica ha sido publicada en CLM-24.

NAVIDAD 2017 (II)

Originales mondas...

Refulgentes toldos y estrellas...

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Zocodover, una plaza de cuento...

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jueves, 15 de diciembre de 2016

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Y Toledo que, incluso con niebla, siempre es una maravillosa postal:

martes, 6 de diciembre de 2016

ARÁNJUEZ

Si no conocen el Real Sitio de Aránjuez, el otoño es una de las mejores épocas para disfrutar de la ciudad.

¿Me acompañan?