viernes, 15 de julio de 2016

LA NOVIA


Hierba, agua, caballo, jinete, sangre... la luna.

Amor, deseo, pasión, frustración, violencia... la muerte.

Erotismo. Tradición y modernidad. Mundo metafórico de difícil descifrado. Universo lorquiano.

Encierro, sufrimiento, malaventura. Lorca veía a la mujer aunque no la mirara. Sabía de su triste e inexorable destino como eslabón débil en la cadena del matrimonio que une fortunas (mi hijo, tiene y puede; mi hija también) y deroga voluntad y anhelo (un hombre, unos hijos y una pared de dos varas de ancho para todo lo demás).

Bodas de sangre.

A partir de ahí, aislamiento, negación del deseo, angustia existencial. Lucha titánica entre el bien y el mal, entre el ser y el deber, entre la vida y la muerte.

El mito esclavizante del amor pasional que exige de la mujer sumisión, sacrificio y entrega (¡Ay qué sinrazón! No quiero contigo cama ni cena, y no hay minuto del día que estar contigo no quiera, porque me arrastras y voy, y me dices que me vuelva y te sigo por el aire como una brizna de hierba. He dejado a un hombre duro y a toda su descendencia en la mitad de la boda y con la corona puesta. Para ti será el castigo y no quiero que lo sea. ¡Déjame sola! ¡Huye tú! No hay nadie que te defienda) y otorga al hombre ese pasaporte a la locura que justifica cualquier acción irracional y violenta (Porque yo quise olvidar y puse un muro de piedra entre tu casa y la mía. Es verdad. ¿No lo recuerdas? Y cuando te vi de lejos me eché en los ojos arena. Pero montaba a caballo y el caballo iba a tu puerta. Con alfileres de plata mi sangre se puso negra, y el sueño me fue llenando las carnes de mala hierba. Que yo no tengo la culpa, que la culpa es de la tierra y de ese olor que te sale de los pechos y las trenzas). 

Cruce de navajas. Mortal coreografía al ritmo de Pequeño vals vienés, de Leonard Cohen, adaptado por Pachi García, compositor y productor baezano, e interpretado por Soledad Vélez (siempre me quedaré con la versión versión que Enrique Morente, acompañado del grupo de rock granadino Lagartija Nick, incluyó en su disco Omega).

Culpa.

¡Porque yo me fui con el otro, me fui! (con angustia.) Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua, frío, y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!, yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aun que hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubiesen agarrado de los cabellos! 

Desgarro.

La novia es una película de una perturbadora belleza.

Arrolladoramente adictiva. Magnética. Claustrofóbica.

Es un viaje sin retorno. Una encrucijada donde ni el ideal del amor romántico, ese para toda la vida, ni el pasional, ni siquiera el querer por conveniencia, auguran para la mujer, la desposada, otra cosa que no sea dolor y pena. 

Hipnótica Inma Cuesta con su racial hermosura. Atinado Asier Etxeandia con su balsámica presencia ante tanta locura. Flojo, muy flojo, Alex García. Inmensa Luisa Gavasa como la madre sufrida. Estremecedora María Alfonsa Rosso, la luna, la ruina, la muerte.

La novia es pura poesía en imágenes, sonidos, palabras y movimiento.

Cine de categoría. Maravilloso cine. Cine español.