sábado, 20 de diciembre de 2014

EXODUS

Épica, grandilocuente, espectacular, ampulosa, pomposa.... y hueca.
Los aficionados al cine no podemos evitar acercarnos a esta nueva visión de la historia de Moisés sin tener en la mente "Los diez mandamientos", de Cecil B. DeMille, que allá por el año 1956 obtuvo siete nominaciones a los Óscar, incluyendo mejor película, y que se llevó el de mejores efectos especiales.
¡Difícil olvidar la imagen del imponente Charlton Heston, con su melena y su barba blanca, rompiendo las tablas que contenían la ley de Dios para mostrar al pueblo díscolo y desagradecido la ira de éste!
Lo de empezar con una batallita en la que Moisés tiene la ocasión de demostrarle a su casi hermano Ramsés lo poco que se merece el puesto de heredero del faraón, hace chirriar los goznes de la historia desde el principio.
Continuamos con desfiles a lo "Cleopatra", carreras que imitan la archiconocida escena de "Ben-Hur" y un poblado egipcio que tan pronto te trae a la memoria las favelas de Río de Janeiro como las casas de "Distrito 9".
La elección de Joel Edgerton, actor de origen australiano al que yo conocí gracias a "The Secret Life of Us", serie también australiana que narra la vida de ocho jóvenes que comparten un apartamento, deja mucho que desear porque más que un Dios en la tierra (imagen que sí proyectaba el majestuoso Yul Brynner) evoca a un faraón cervecero al que para completar su perfil de poligonero lo único que le falta es tunear su cuadriga añadiendo dos potentes altavoces que atronen a su paso al personal con el "chunda, chunda" correspondiente.
La química que existe entre María Valverde y Christian Bale se pierde en el pésimo doblaje de la actriz española, cuyos labios se mueven a un ritmo diferente al de las palabras que salen por su boca.
Aarón Paul, en el papel de Josué, por los ojos de alucinado que pone cada vez que pilla a Moisés hablando solo, parece que sigue colocado con la famosa meta azul que fabricaba junto a Walt en "Breaking bad".
Sin duda el mejor es Christian Bale quien, tirando de oficio, hace creíble su personaje dentro de los límites que la visión, más bélica que religiosa, del director le permite.
Y así llegamos a Dios. Lo de que aparezca representado con forma de un niño caprichoso y enterado no ayuda mucho. Donde esté la zarza ardiendo que se quite ese mocoso gritón. Cada vez que se agarra una pataleta (¡se van a enterar estos príncipes egipcios que llevan años considerándose dioses!) te dan ganas de darle un coscorrón para que se calle de una puñetera vez.
Aunque a los espectadores más frikis les molarán las plagas con sus cocodrilos, moscas, saltones, gusanos, etc, el desarrollo de éstas deja en muy mal lugar a Moisés, un simple mensajero que ni pincha ni corta, que a lo más que llega es a ser instructor de un futurible ejército hebreo al que se dedica a entrenar en el manejo del arco y la espada (no entiendo cómo se las apaña ya que, como esclavos que eran, estaban sometidos a jornadas laborales de veinticuatro horas, a pan y agua y de postre latigazo que te crió).
El fiasco mayor llega cuando en el momento de cruzar el Mar Rojo abrimos los ojos expectantes esperando ver como Dios separa sus aguas en dos y nos encontramos con una simple bajamar. Eso sí, cuando los hebreos ya han cruzado y los egipcios están por la mitad asistimos a un momento "Lo imposible" con tsunami incluido y Ramsés como único superviviente después del remojón.
Para rematar la faena Moisés tiene que tallar en la piedra, a mano, los diez mandamientos tarea en la que invierte tanto tiempo que cuando baja del monte se encuentra con que su pueblo, aburrido se ha entregado a la orgía y el desenfreno.
Estamos ante una solemne, pesada y aburrida adaptación, una grandiosa nada, una épica superficialidad: ni profundiza en la relación fraternal, ni en las relaciones amorosas, ni en la cuestión religiosa.
Decepcionante este "Príncipe de Egipto" que parece un intento de película de acción (tal vez por aquello de que Ridley se la dedica a su hermano Tony ya fallecido), aspirante a película histórica, que se queda en un simplón blockbuster de tarde de domingo.
Una buena historia muy mal contada.

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