martes, 19 de junio de 2012

Midnight in Paris

Bueno. Ya lo he hecho. Me he tragado otra película enterita de este señor. Y lo siento pero me reafirmo: ¡es insorportable!

Paris, para todos los que tenemos la suerte de conocerla, es una ciudad maravillosa. Mi primera impresión, cuando baje del avión, fue mala. El cielo era gris y plomizo, ¿por qué se la conoce como la ciudad de la luz? Pero se trata de un solo instante de duda ya que enseguida que comienzas a circular por sus calles y adentrarte en el corazón de la ciudad ésta te engancha, te seduce, te enamora. París es arte, es moda es historia, es movimiento y cambio, es pasado y futuro.
 
París no necesita la visión de un americano neurótico cuyo conocimiento de la ciudad, por lo que se refleja en la película, parece limitarse estrictamente a lo que otro americano, no se si tan neurótico como éste pero bastante pasado de alcohol, habitualmente, mostró de ella a través de sus libros. En “Paris era una fiesta”, Hemingway y sus andanzas con Gertrude Stein, Fitzgerald y su mujer, Zelda, Picasso, algunos impresionistas, aquí y allá y Dalí, cuyo histrionismo, cultivado y explotado hasta la saciedad, siempre dan juego en pantalla, basa Allen el argumento de su película.
 
Lo de que a las 12 de la noche, cual cenicienta de hablar entrecortado y atropellado (¡Owen Wilson transmutado en Wody Allen!), te recoja un coche y te traslade ora a la “Belle Epoque” ora a los “felices años 20”, no es nada novedoso. Marty McFly ya dijo todo lo que había que decir sobre este tema y punto. ¿Dónde está la originalidad?
 
En mi opinión, la película evidencia un conocimiento de Paris y su historia equivalente a “un océano de sabiduría con un dedo de profundidad”. Una sarta de tópicos y lugares comunes sobre personas y personajes cuya aportación y legado fue muy superior a lo que aquí se refleja. Si, ya sé que no pretende ser un tratado de historia, pero creo que si estos diálogos le hacen gracia a alguien será a los americanos porque a los europeos poquito, poquito.
 
Al igual que le ocurrió con la innombrable y Barcelona, tampoco consigue despertar el deseo por conocer París. Reproduce hasta la saciedad le Tour Eiffel (apagada, encendida, de día, de noche, de lado…) y pasa de puntillas por lugares emblemáticos como la maravillosa Cathédrale Notre-Dame (claro que para conocer ésta habría que leer “Notre-Dame de París” y, jolín, es un libro con muchas páginas).
 
Lejos de recomendar a nadie que vea esta película, que no lo hago, si os recomiendo:
  • Visitar el Musée d´Orsay, por la magnifica colección pictórica que alberga y por el magnifico edificio que la guarda.
  • La basílica del Sacré-Coeur, desde la que puedes disfrutar de unas vistas inigualables de la ciudad y cuyo interior con su riqueza cromática, te fascinará.
  • Leer “Los miserables”, de Víctor Hugo, una obra que, pese a estar escrita en 1862, sorprende por su vigencia y por su profundo conocimiento del alma humana, del bien y del mal y del sentido de la justicia.
  • Si queréis conocer realmente a Scott Fitzgerald, leed “The Great Gatsby”, su novela más conocida o la increíble “Tender is the night”.
  • Y para rascar un poco en la imagen tan superficial que todos tenemos de Dalí, nada mejor que leer “La vida desaforada de Salvador Dalí”, escrita por Ian Gibson, ejemplo de “guiri” que ha demostrado de múltiples maneras, su profundo amor por España, sus paisajes y su cultura.

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