domingo, 18 de septiembre de 2011

“El árbol de la vida”

Terrence Malick plantea la existencia humana como resultado de una elección entre la religión (con sus dogmas de fe y sus dictados que no buscan agradar sino poner a prueba porque escapan a toda comprensión humana) y la evolución natural (que supone admitir que estamos en el mundo por puro azar, que no trascenderemos, aceptar la insoportable levedad del ser).

En un acto de contrición, los personajes entablan un dialogo sordo con Dios y consigo mismos, resultado de su incapacidad para expresar a los demás, ni con palabras ni con gestos, sus sentimientos. Así cohabitan en el mismo hogar, sin rozarse, el dolor de estar vivo y sentirte muerto; la ira que te empuja a desear la muerte de otros; el sufrimiento intolerable por la muerte real no deseada. Diferentes formas de enfrentarte a la pérdida: Pérdida de la confianza, del amor, de la inocencia y, por último, de un ser querido.

Malick es capaz de transmitir un tropel de sentimientos solo a base de miradas: Miradas fijas, vacías, extraviadas, soñadoras, que reflejan desconsuelo, desanimo, anhelo de ser aceptado, odio… Primeros planos que junto a la música, parte importantísima de la película, te hablan sin necesidad de palabras.

No es una película fácil. No es lineal en el tiempo y en la primera parte su explicación del “Big bang” (un caleidoscopio de luz, formas, ríos de lava, nebulosas), la gran explosión que dio origen al universo, para intentar entender el final de la existencia, aturde, confunde y también, es cierto, aburre un poco porque el director se regocija demasiado en ello

Al igual que en la maravillosa “La delgada línea roja”, Malick intenta discernir el significado de la vida y de la muerte desde un punto de vista místico que aspira a ser universal, seas creyente o no.

Brad Pitt, excelente en su papel de padre tiránico y duro. Excelente Jessica Chastain, esa actriz pelirroja, frágil y etérea, como madre sumisa y a la vez nexo de unión familiar. Sean Penn es solo una sombra en el conjunto… ¡pero qué sombra!.

Una mezcla de música, imágenes, colores, silencios y palabras entrecortadas que, aunque de manera muy poética, te hacen ver lo dura que es la soledad. Sentí mucha tristeza

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