viernes, 5 de noviembre de 2010

PEÑARANDA DE DUERO (BURGOS)

De Toledo a Burgos: Larga travesía por una llanura inmensa, infinita, hiriente. Casi deseas que algún accidente geográfico rompa las líneas rectas. Carreteras rectas; pueblos rectos paralelos al río. Abuelos encorvados. Pocos niños.

Nuestro destino es Peñaranda de Duero (“ciudad de la peña y el río”) enclavada en lo alto de un cerro, en el margen derecho del río Arandilla y a 18 Km. de Aranda de Duero. En un principio formó parte del Alfoz de Clunia (http://es.wikipedia.org/wiki/Alfoz_de_Clunia). Más tarde fue considerada aldea de San Esteban de Gormaz; posteriormente perteneció a la provincia de Segovia hasta que, en el siglo XIX, se integró definitivamente en la provincia de Burgos.
Atravesamos una de las puertas de la muralla y accedemos a la hermosa Plaza Mayor, de estilo medieval, que aglutina los principales atractivos de esta pequeña aunque sorprendente villa. En la que antiguamente se conocía como “la casa grande” se ubica la “Posada Ducal”, donde me ha alojado estos días. Habitaciones espaciosas, decoración cuidada y cama con un colchón muy cómodo que invita al descanso. Hasta el segundo día no conocemos al Sr. Oscar, el propietario, amable, hablador y un poco fulero. A diferencia de otras Posadas Reales de Castilla y León en las que he estado, más coquetas y silenciosas (“La Casa de la Sal” en Candelario y “Los Vetones” en Fresnadillo de Sayago), en la Posada Ducal no prima el recogimiento y el encanto lo rompe el ansia del negocio. Tiene un bullicioso bar en la entrada y el comedor, grande y desangelado, es el mismo tanto para huéspedes como para los que no lo son, lo que nos ocasiona no pocas molestias.

Preside la plaza el impresionante Palacio de Avellaneda, encargado por Don Francisco de Zúñiga y Avellaneda, tercer Conde de Miranda, considerado como una de las mejores obras renacentistas de la comarca. Desde el patio, subiendo por su majestuosa escalera, se accede a la planta superior donde te asombran y sorprenden sus ricos y curiosos artesonados.

La ex-colegiata de Santa Ana no pude visitarla por incompatibilidad de horarios ya que solo tiene programadas visitas a las 11,00 de la mañana o a las 16,00 h. de la tarde. El rollo gótico, símbolo de justicia, fue trasladado a este lugar en 1959.

Curiosa la Botica Ximeno, la más antigua de España que se encuentra en funcionamiento pero en cuyo interior no te dejan hacer fotografías.

En lo alto de la peña que da nombre al pueblo se yergue el castillo, fortificación defensiva de origen romano, desde el cual se obtienen unas preciosas vistas de Peñaranda y de la extensa llanura que la circunda.

El segundo día visitamos la Colonia Clunia Sulpicia (http://es.wikipedia.org/wiki/Clunia) en Peñalba de Castro, un recorrido que te habla a cada paso de la grandeza del imperio romano. Sorprende la estructura y modernidad de sus ciudades, su organización, su permanencia. Asombrosos sus hermosos mosaicos. Estaban restaurando el teatro, construido estratégicamente aprovechando los accidentes del terreno en el que se erige.

Tras la visita a Clunia nos dirigimos a Santo Domingo de Silos, lugar al que deseaba ir hacía tiempo y que me defrauda enormemente. La Iglesia de San Sebastian, barroco tardío y transición al neoclásico, es austera en el adorno y desmesurada en las proporciones. La belleza del claustro románico es incuestionable, salta a la vista, pero la imposibilidad de recorrerlo por tu cuenta, pausadamente, te impide su disfrute. Te obligan a participar en una visita guiada que, dada la parsimonia del guía, su poco entusiasmo, su tono cansino al hablar, hace que te aburras y pierdas el interés por un lugar tan hermoso. Incluso el poema que Gerardo Diego dedicó al ciprés de Silos, recitado por este señor resultaba insulso y monótono:

"Enhiesto surtidor de sombra y sueño
que acongojas el cielo con tu lanza.
Chorro que a las estrellas casi alcanza
devanado a sí mismo en loco empeño.
Mástil de soledad, prodigio isleño,
flecha de fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,
peregrina al azar, mi alma sin dueño.
Cuando te vi. señero, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y ascender como tú, vuelto en cristales,
como tú, negra torre de arduos filos,
ejemplo de delirios verticales,
mudo ciprés en el fervor de Silos."

A las 19,00 son las “vísperas” y la iglesia está llena de gente que, como nosotros, quiere escuchar a los monjes entonando esos cantos que tan famosos los han hecho. Tengo la sensación de que algo se ha perdido puesto que una ceremonia que debería ser íntima y privada se ha convertido en una especie de circo. Ellos rezan, se arrodillan, se levantan mientras los asistentes los sometemos a un escrutinio minucioso y persistente. ¡Me siento como una intrusa!.

Cuando volvemos de Silos nos encontramos un paraje impresionante: El desfiladero de la Yecla. Puedes recorrerlo a pie cruzando una estrecha pasarela. Hay tramos en los que una persona solo puede pasar agachando la cabeza y ondulando el cuerpo. Mi claustrofobia se hace presente. Cada vez siento más angustia en el estomago y algo de vértigo. La pasarela continua descendiendo hasta el río y mi sensación de ahogo aumenta. ¡No soy capaz de completar el recorrido!. Los numerosos buitres que coronan lo más alto, nos acechan y observan, lejanos y cercanos a la vez. En el silencio reinante oímos el batir de sus alas. Deben vernos como algo delicioso que añadir a su dieta porque ¡cada vez hay más!.

El tercer día viajamos a Burgos. Dedicamos toda la mañana a visitar su catedral. Me impresiona tanto que no encuentro palabras para definirla. ¡Casi, casi me gusta más que la de Toledo!. Aquí os dejo unas fotos de sus maravillosas cúpulas que hablan por si solas de la belleza de este lugar.

Durante la visita nos reímos mucho porque un grupo de abuelo segovianos “muy caninos” (muy malos en manchego) atacan a otro grupo de Guadalajara: “Estos no son de los nuestros” se chiva uno a su guía que, inmediatamente, exige a los extraños que salgan de la capilla que en ese momento visitan.

Cuando salimos, nos recibe un sol maravilloso que invita a sentarte en alguna de las numerosas terrazas que hay en la plaza Mayor. Pedimos la bebida y nos traen dos Coca-Colas “góticas” (la botella de 33 cl., más larga y espigada que la voluptuosa botella clásica rubensiana). Me hace mucha gracia la ocurrencia que, debo admitir, no es mía sino de mi compañero de viaje. En vez de comida seria decidimos tapear y saboreamos la deliciosa morcilla de Burgos y chorizo de orza. Recuperadas las fuerzas nos pateamos la ciudad que cuenta con numerosas plazas y un casco antiguo totalmente peatonalizado, lo que nos permite recorrer, tranquilamente, las calles y tiendas del centro. ¡Me gusta Burgos!.

El cuarto día teníamos previsto viajar a Burgo de Osma, en Soria, pero el Sr. Oscar nos recomienda que nos acerquemos antes a Calatañazor “donde Almanzor perdió su tambor”. Antes de llegar a esta preciosa localidad nos recibe un sabinar centenario cubierto de rojos y amarillos otoñales. Un viento frío y persistente te azota en lo alto del castillo y te acompaña por las calles de trazado medieval. El pueblo está practicante tomado por un equipo de rodaje (creemos que pueden ser los de la serie “Águila roja”), lo que nos recuerda que este pequeño rincón escondido ha sido elegido en numerosas ocasiones por ilustres cineastas como escenario de sus películas (en Calatañazor Orson Welles rodó algunas escenas de su película "Campanadas a medianoche").

En Burgo de Osma volvemos a encontrar calles paralelas al río (el trazado lineal de los pueblos de esta zona me sorprende, acostumbrada a los círculos concéntricos, alrededor de la iglesia, que distingue a los pueblos de la Mancha). Muchos hoteles, restaurantes, casas rurales, tiendas… El dulce típico de la zona es la “torta del beato”, (“no comerla es un pecado” reza su eslogan) pero como está rellena de cabello de ángel, que no me gusta, me decanto por las “catedralitas”, unas deliciosas pasta (mantequilla de Soria, harina, huevos y azúcar) que el amble tendero de “Vega Ucero” (C/ mayor, 28) nos da a probar antes de comprarlas. ¡Un señor muy atento y agradable!. La catedral, principal monumento de esta localidad, resulta tan grande como destartalada. Constituye una rara amalgama de estilos que descansa, triste, bajo una gruesa capa de polvo. ¡Una pena lo abandonada que aparece!.

2 comentarios:

  1. ¡Que buena crónica! Sirve de guía para un viaje por la provincia...
    Saludos, Juan

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  2. Enhorabuena por tan interesante redacción y agradecidos comentarios. Desde "Vega Ucero" en El Burgo de Osma os damos encarecidamente las gracias por los comentarios recibidos tanto de nuestras pastas "Catedralitas" como de el trato recibido por quien os atendió.
    Muchas Gracias Amigos!!!!!.

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